Creo que he cometido todos los errores literarios posibles y que eso me permitirá tener alguna vez algún acierto.
Jorge Luis Borges.-

Comenzó a sucederle una mañana:
se levantó y se sintió enchastrada
de un deseo gris y pegajoso
que no era, justamente, el propio.

El deseo es
eso que se siente y que no se nombra

La inocencia se pierde,
de acuerdo la pregunta toma forma.
¿Cómo nombrarse?

Buscaba en un vaso esa cualidad
que la despegara de ahogarse
en un simple discurrir de cuerpos.

Lo suyo no era cuestión de originalidad o inteligencia.
Ni siquiera se trataba de gracia o simpatía,
mucho menos de belleza.
Todo cuanto se le ocurriera,
ya estaba infinitamente inventado.
Repetido hasta el hartazgo en la eternidad.

Quizás sus huellas estuvieran
secreta y profundamente relacionadas con la tenacidad.
Era la simple obstinación del acto lo que la movía.
Infinitamente como todo lo ya inventado.
Era eso lo que hacía de ella, una y no otra.
Alguien y no todos.

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