Hija de la Fortuna, Isabel Allende

El miedo había sido su compañero: miedo a Dios y a su impredecible justicia, a la autoridad, a sus padres adoptivos, a la enfermedad y a la maledicencia, a lo desconocido y a lo diferente, a salir de la protección de la casa y enfrentar los peligros de la calle; miedo de su propia fragilidad femenina, la deshonra y la verdad. La suya había sido una realidad almibarada, hecha de omisiones, silencios corteses, secretos bien guardados, orden y disciplina. Su aspiración había sido la virtud pero ahora dudaba del significado de esa palabra.(...) Nada lamentaba de lo compartido con su amante ni se avergonzaba por esa hoguera que la trastornó, por el contrario, sentía que la hizo fuerte de golpe y porrazo, le dio arrogancia para tomar decisiones y pagar por ellas la consecuencias. (...) 'Estoy encontrando nuevas fuerzas en mi, que tal vez siempre tuve pero no conocía porque hasta ahora no habia necesitado ejercerlas. No sé en que vuelta del camino se me perdió la persona que yo antes ERA'

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