Apostando siempre al mismo caballo, siempre perdiendo. Llegado el momento de cambiar, no te va tan mal.
Sin embargo siempre duele esa duda. ¿de verdad querías ganar? ¿que te hace más feliz? ¿Jugarse por el primer puesto o inundarse de orgullo al ver lo que más querías adelantarse unos pasos más que lo que podía alcanzar?
El mundo es tan extraño, no entiende de lo feliz que te puede hacer el arma del dolor. Y las apuestas no son una excepción a la ley. Quizás en otro negocio o en otro tiempo apuestes a lo que de verdad queres.

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