Y esa noche, mientras el humo que exhalaba intentaba inútilmente alcanzarla, me confió el secreto de su eternidad.-
Supe de su inagotable fortaleza; escalar junto a la oscuridad lo más alto que se pudiera para darle al tiempo la capacidad de llenarla de luz o mantenerla en penumbras.
La capacidad de tomar aquello que el cielo da, para volverlo más hermoso.
Serena y silenciosa, no sabe de vanidades, a pesar de haber perdido la cuenta de la cantidad de miradas que se perdieron en ella. Admitió el haber estado más de una vez tentada de perseguir aquellos versos que fueron escritos en su honor, pero, me recordó también que el secreto de su hermosura es estar siempre un poco distante.
Supe de su sabiduría.
Me explicaba que no hay verdades respecto a los colores que nos visten, me contaba acerca del arte milenario de esperar el brillo del sol y las circunstancias siempre cambiantes.
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