Hundirse un poco más

Se perdió una pieza por ahí, dos o tres.. cuatro cinco o seis.
Se perdieron piezas por ahí.
¿Se perdieron piezas? Hay una clase de rompecabezas que cambia con el tiempo, que se arma y se desarma en las arenas.
¿Sabes de cuál estoy hablando? yo en realidad no.
Simplemente luego de levantarse, antes de perderse en sueños o quizá en otro momento, los ojos persiven un momento. Como un cortometraje surrealista, como un halo de cordura o de locura. El descubrimiento abismal de que hay otra cosa desperezandose dentro de los huesos, en la sangre, o simplemente en los sentidos.
Conocerse a uno mismo.
¿Cuanta oscuridad se podría encontrar, cuanta luz?
Surge ese quiebre, esa ilusión de que nada de lo que nos define es real, o peor todavía que muy lejos vuela la verdadera definición de nuestra propia naturaleza humana.
¿Sería demencia buscarla, o mejor dicho encontrarla?
La búsqueda consiste en nadar en un mar, un mar espeso de letras, de notas musicales, de imagenes, sonidos y recuerdos. Aunque lo que buscamos lejos está de ser un tesoro anclado en el fondo. Sumergirse parece el único reencuentro.
Lo defino como reencuentro porque considero que la propia filosofía siempre está ante nuestros ojos, sin embargo solo vemos a través de las hendiduras de un muro que no se sabe con certeza quien construyó.
Tanto por descubrir y tan poco tiempo. Nada de verdades, simplemente libertad y responsabilidad. A menudo es el mismo miedo a la definición de estas palabras lo que nos arrastra a venerar verdades falsas, impuestas y conformistas.

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