Un millon de cajones en un mismo cuerpo


Llorar sin motivo aparente es sinónimo de llorar por una y tantas cosas que no se dicen, pero que se sienten tanto. Secando las lágrimas rápido, corriéndolas con las manos como si eso las hiciera desparecer. ¿Qué causa dolor? ¿Qué causa sonrisa? Que irónico llegar a la conclusión de que siempre son las mismas cosas.
Todo lo que se clava profundo en uno tiene una contracara muy diferente a la que aparenta. ¿Cuantas veces lloramos por aquello que alguna vez nos salvó? ¿Cuantas veces reímos de aquello que nos dolió tanto?
¿Cuantas veces cumplimos un sueño que en la vida real no le llegaba ni a los talones a lo fantaseado? ¿Cuantas veces disfrutamos tanto de un suceso inesperado que lo seguimos soñando por años para no borrarlo jamás?
Todo está ya tan pensado, tan esquematizado que parece imposible cambiar. La rutina de resumir todo a los polos antagónicos, de no ser capaces de ver más allá, de descubrir que las personas son mucho más que simples etiquetas. Que hay tantas realidades como miradas y tantas miradas de una misma mirada como sal en el mar.
¿Cómo nos definimos? ¿Somos lo que realmente creemos? O somos algo más parecido a un conjunto de seres definidos por estímulos y respuestas.
Podría suceder que todo lo que logro ver no sea más que el reflejo de otro espejo, pero prefiero que sea así, a esperar que vivir sea matar tiempo protegiéndome de sentir y de entender que hay en todo lo que vemos algo que desde lejos no se descubre.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario